Gárgolas insomnes

Mayo 30 de 2004

Sigo sin escribir nada. Supongo que perdí a mis musas definitivamente y sin haberlas conocido siquiera. Supongo que perdí también el tiempo, la vida y la noción del tiempo y de la vida. Pasaron los infinitos y las eternidades por mi mente, o lo que queda de ella, pero nunca tuve ni detuve nada. ¿Qué hacer ahora? Un violín se ha sumado al chelo y al piano de la madrugada. Emma Thomas gime dormida y desnuda, como si nada. Las cobijas en el piso, mi deseo en el suelo y la moneda en el aire.

[] Iván Rincón 9:59 AM

Mayo 27 de 2004

El infierno, según Sartre, son los demás. Pero nosotros somos los demás para los otros y, en la medida que no reconocemos nuestro rostro en el espejo de la otredad, el infierno somos todos. "Los otros todos que nosotros somos", escribió Octavio Paz. Pero en donde abunda el miedo y la imbecilidad, su ambiente es propicio para el linchamiento, porque la intolerancia es consecuencia de la paranoia, al menos en estos casos, y la epidemia es epidemia porque la enfermedad se contagia, sobre todo entre débiles mentales. Cuando la turba es mayoría (o lo aparenta) y los cobardes se le suman, es posible, por ejemplo, la democrática expulsión de una familia de Chamula, no sin antes vejarla, ultrajarla y agredirla, con irracionalidad unánime y de varias formas. Para difamaciones y calumnias no hay mejor caldo de cultivo que la histeria colectiva. Pero la estupidez generalizada se rebela tanto como el espíritu de Aradia contra el síndrome de Salem.

[] Iván Rincón 7:49 PM

Mayo 26 de 2004

Unos van contra la corriente siempre y son la cofradía del salmón. Otros luchan contra la corriente una vez y mueren electrocutados.

[] Iván Rincón 2:04 AM

Hay mujeres que luchan un día y son buenas.
Hay otras que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenas.
Pero hay las que luchan toda la vida.
¡Esas son insoportables!

[] Iván Rincón 2:48 AM

Mayo 24 de 2004

Las hojas muertas en otoño elevarán el vuelo convertidas por el viento en mariposas pardas. Las hojas de papel en donde te dibujé saldrán por mi ventana transformadas en gaviotas y se destrozarán en el aire unas a otras. El viento, una vez más, se llevará de los tejados y las calles empedradas sus cuerpos volátiles.

Entre las chimeneas y los candiles de las casas centenarias vaga el alma de un gato que murió de pena esperando el regreso de las brujas quemadas por la Iglesia católica. El espíritu de Aradia, dormido en las cenizas de la hoguera, despertó de la pesadilla medieval gracias al viento, viento de rebeldía, que además levantó en armas al pueblo. Pero la tiranía sigue de pie.

Ni el invierno en primavera ni el horario de verano han cambiado algo en este país. La lluvia caprichosa que limpia el aire y baña las plantas es anacrónica por el cambio climático, un fenómeno preocupante, pero ignorado.

El viento de octubre sacudirá el salitre de los muertos y traerá sus ánimas de regreso a casa, en donde habremos de recibirlos con generosidad. En noviembre los visitaremos nosotros. Y las hojas muertas en otoño elevarán el vuelo convertidas por el viento en mariposas pardas, pero los árboles moriremos de pie.

[] Iván Rincón 7:14 AM

Mayo 20 de 2004

Cuando Bernabé supo que Renata Buendía, llevada por su madre al cautiverio en donde daría a luz al hijo de Mauricio Babilonia, desde su salida de Macondo no había vuelto a hablar, pensó una vez más en Javier Molina. Igual que Bernabé con respecto a la mudez de Javier Molina, la madre de Renata "no supo nunca, ni se tomó el trabajo de averiguar, si su silencio pétreo era una determinación de su voluntad o si se había quedado muda por el impacto de la tragedia". Aunque Bernabé lo había tratado por primera vez desde hacía algunos años, nunca se interesó tanto por su historia como cuando alguien le dijo que Javier Molina, en el movimiento estudiantil de 1968, había sido representante de la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales ante el Consejo Nacional de Huelga y que, después de la masacre de Tlatelolco, estuvo sin hablar durante un año. Ahora lo veía perdido en una permanente borrachera, hablando sin tregua y riéndose a carcajadas de sus propias bromas y sus chistes, sin importarle gran cosa quién lo estuviera escuchando, y Bernabé no sabía si, como el silencio de Renata Buendía, el de Javier Molina había sido una forma particular de protesta o un efecto del trauma que le provocara la tragedia.

Reminiscencia de la época de la sicodelia, los hippies y el rock de los años sesentas y setentas, Javier Molina es también un gran bohemio, solterón empedernido y poeta que, al calor de unos tragos, evoca a su novia y comenta con singular impertinencia lo bonita es, aunque por supuesto se trata de un ser imaginario, parte de un delirio etílico provocado por la soledad o quizás una musa inventada como fuente de inspiración poética.

Según su propia versión, sobrevivió a la matanza de Tlatelolco porque al llegar ese día con algunos de sus compañeros a la Plaza de las Tres Culturas, al verla, uno de ellos advirtió premonitoriamente: "aquí va haber una masacre", y trataron de retirarse, pero el zafarrancho comenzó cuando el vehículo en que arribaron se encontraba todavía en el entorno. Antes de abandonar el repentino "campo de batalla", los activistas recogieron a una mujer de avanzada edad que al parecer no tenía relación alguna con la movilización estudiantil y que sólo pasaba por ahí, pero que aún así era objeto de la brutalidad indiscriminada de un militar. "¡Momento, señor soldado!", gritó Javier Molina, "la señora viene con nosotros"; la subieron al carro y lograron ponerse a salvo de la "restauración del orden público"
al salir de ahí.

Después de la masacre, durante la continuación selectiva de la represión, Javier Molina emigró, como estaba de moda entonces, a la Sierra Norte de Oaxaca, en donde conoció a María Sabina y los hongos alucinógenos, y anduvo por aquella región durante varios meses, asimilando la experiencia que significó el desenlace del movimiento en que había participado, hasta que un día dejó de hablar.

Bernabé lo trató por primera vez en la presentación de un libro de poesía publicado por Ediciones Toledo a principios de los noventa. Luego de esta presentación en La Bodega, un restaurante de la colonia Condesa, en la Ciudad de México, donde tuvo lugar también una tertulia, Bernabé compartió una mesa con Natalia Toledo y varios invitados, entre quienes estaba un hombre físicamente diminuto, envejecido y de cabello ceniciento, como la barba, al que festejaban por el periodismo cultural que hacía para el diario La Jornada. Poco tiempo después coincidirían en una librería de San Angel, al ser presentado un libro de la misma editorial, esta vez sobre la vida de Jack London. Junto con los grandes sucesos del momento, la obra fue comentada por Carlos Monsiváis, Adolfo Gilly y Elisa Ramírez, su autora, quien después invitó a todos a festejar en su casa. La autora había sido compañera de Francisco Toledo, con quien tuvo una hija, y Bernabé era invitado a las presentaciones de los libros que publicaba Ediciones Toledo por Natalia, la hija mayor del célebre pintor juchiteco.

Cuando Bernabé volvió a verlo durante los primeros días de l994 en San Cristóbal de Las Casas, entonces ocupada por el ejército federal, creyó que era uno más de los enviados por los medios de comunicación o de los periodistas que, como el propio Bernabé, habían llegado por su cuenta con tal de no quedarse al margen de la historia. Todo México parecía llegar a esta ciudad por aquellos días, sobre todo activistas de organizaciones humanitarias, políticas y sociales, además de intelectuales y artistas. El flujo de visitantes, incluso de otras partes del mundo, se intensificó al ser anunciado el diálogo que tendría lugar en la catedral coleta entre representantes de los zapatistas y del gobierno federal. De hecho, los miembros de organismos independientes, los periodistas mexicanos y extranjeros, los emisarios del gobierno y las celebridades, que arribaron en los dos primeros meses del año, sustituyeron a los turistas que, una vez iniciado "el problema", se fueron tan pronto como pudieron. A la debacle turísitca siguió el ajetreo entre los habitantes de esta ciudad para atender a sus nuevos visitantes. Algunos hoteles y restaurantes, de los que había sido despedida la mayoría de los empleados en cuanto el "conflicto armado" ahuyentó a sus clientes habituales, no estuvieron a la altura de las necesidades del encuentro en la segunda oleada. Y los turistas comenzaron a llegar de nuevo a mediados de marzo, ahora con otra curiosidad, la de conocer el centro de la actividad mundial generada por un levantamiento indígena.

Sobre la avenida Insurgentes, de San Cristóbal, frente a la iglesia de Santa Lucía, se encuentra La Madre Tierra, un restaurante vegetariano con su tienda de lácteos, panes y vinos, y cuya parte alta se convertía, durante las noches, en un bar donde tocaba un grupo de reggae. Ahí concurría gran parte de la prensa para liberar las tensiones de los primeros días del año y convivir con algunos de los actuales residentes de la ciudad, mexicanos y extranjeros. Javier Molina, Bernabé y los enviados de un periódico regional de Puebla y Tlaxcala llegaron a tiempo a ocupar una mesa, antes de que la concurrencia abarrotara el lugar. El tema de la plática en ese momento, al menos entre periodistas, era la entrevista que unos aventureros españoles consiguieron hacerle a Absalón Castellanos y que había publicado La Jornada. ¡Muy mala entrevista, pésima!, coincidían en comentar quienes trataban el asunto. Los "gachupas", como reporteros, perdieron una oportunidad histórica, solía decirse, aunque con la entrevista que lograron y las fotos que tomaron se hayan hecho ricos.

-¿Tú qué le hubieras preguntado, Javier?

-General Absalón, ¿y usted qué música escucha? -bromeó Javier Molina y soltó una carcajada explosiva antes de seguir bromeando y volver a reír con estrépito después de cada broma- ¿Le gusta el rock? ¿Qué opina de Jim Morrison o los Rolling Stones? ¡Oigame, eso no es de interés público! ¿Por qué no me pregunta, por ejemplo, cómo me tratan los zapatistas? No, yo prefiero saber cada cuándo se baña. ¡Oigame, esta es una entrevista seria! ¿Por qué no enviaron a alguien serio a entrevistarme? Se lo pregunto en serio, ¿y usted de qué trabaja? ¡¿Qué le importa?! ¿La torta?, ¿que usted tiene madre?

Tiempo después, el irreverente personaje llegó borracho a la mitad de la presentación de un libro de Héctor Díaz Polanco sobre la rebelión zapatista y la autonomía indígena; se sentó en primera fila, escurriendo agua de lluvia, y luego de cinco minutos: "¡bueno, bueno, bueno!", interrumpió; "¡aquí se está hablando de la prehistoria!, ¿y qué pasa en la actualidad?". Alguien que, a la hora del brindis, se robaría un ejemplar del libro comentado y una botella de vino blanco, sentado junto a Bernabé, le confesó al oído: "¡A huevo! Cuando yo sea viejo, voy a ser como Javier Molina". Y el moderador: "A eso queremos llegar, Javier, si nos permites". Pero el impaciente polemista no concedió: "¡Nada! ¡Ustedes están hablando de la era paleolítica! ¿Y qué pasa con la autonomía indígena hoy?". Carlos Payán se sentó a su lado, tranquilamente, como para inhibir en silencio con su presencia los exabruptos de este antiguo colaborador. Con la elegancia de un dandy, se puso el sombrero en las piernas cruzadas y se llevó un cigarro café a la boca. Javier Molina, empequeñecido aún más, se le acercó a su vez sin decir palabra para recibir uno de esos cigarros, acuerpándose, casi acurrucándose, y el fundador de La Jornada, entonces senador de la República por el partido del sol azteca, lo apapachó paternalmente, como diciéndole "tranquilo, Javier, tranquilo, que todo saldrá bien". Fue una escena de conmovedora serenidad, pero al regresar a su asiento el periodista convertido en legislador, Javier Molina volvió a perder la paciencia: "¿Por qué mejor no dejan que hable Andrés Aubry? Yo quiero que hable el maestro Andrés Aubry". Y "el maestro", historiador diocesano de origen francés, que había intervenido minutos antes de que llegara su autodeclarado discípulo, solamente sonrió.

[] Iván Rincón 03:34 AM

Martin Cooper Martin Cooper

Mayo 18 de 2004

El chelo acompañado por un piano es el encuentro del espíritu con su alteridad. Quizás mis musas están más cerca de lo que yo pensaba. Los ejecutantes han de ser súcubos rodeados de belleza femenina, mortal. Un hálito de libido habrá de confundirse imperceptiblemente con el vaho de incienso oriental, mientras que las trémulas sombras de los antiguos objetos parecerán bailar en su atmósfera de luz mortecina y fuegos fatuos. ¿Será que la música lejana y la cercanía del alba son una señal? ¿Será que es el momento de escribir algo por fin? Lo seguro es que tengo un páncreas inmenso y me duele cada vez más. Llegó la hora de ver al médico... aunque sea en televisión. Lo bueno es que no tengo televisor. Lo malo es que, aun así, no estoy a salvo del talk & reality show en que ha degenerado la política en México, del estúpido escándalo y su vacío. Tampoco estoy a salvo de la preocupación por el "eje del mal". Lo que me queda es ser lúdico, recurrir al demiurgo de la imaginación, a mi creatividad agonizante, incluso crear un nuevo género literario que se llame delirio.

El gemido melodioso del chelo, acompañado por el juego armonioso de un piano, guía mi regreso al sueño. Si una tabla me salva del naufragio será el encuentro con los súcubos ejecutantes.

[] Iván Rincón 11:36 PM

Mayo 16 de 2004

Aunque ya mencioné demasiado a Carlos Oliva, lo haré una vez más para balconearlo, pues me regaló un ejemplar de su primer libro, me lo dedicó y se quedó con él. Eso me pasa por exigente, demandante, limosnero con garrote. Hace unos años, como ahora con Albatros, me tomé unos tragos con una amiga en la que, por cierto, he pensado mucho, recientemente. Ella es fotógrafa y me dio a escoger entre varias fotos suyas la que más me gustara para regalármela; escogí una y le pedí que me la dedicara; ella escribió: "el camino es uno solo", junto con su nombre y la fecha. "¿Qué es esto?", le pregunté; "¿qué pinche dedicatoria es esta?", por lo que me arrebató la foto y escribió más abajo: "puras fallas". Pasamos esa noche juntos y, al despertar, sin que yo lo notara, tachó la palabra "puras" y continuó la dedicatoria para que dijera: "fallas abruptas en el sendero del olvido inundan de nostalgia la tarde citadina". Por eso no enmarco esa foto, porque su doble valor está en los dos lados de la hoja.

Tengo dos poemarios de Moisés Orozco (Moyeva) con dedicatorias personales. "Por todo aquello que no se dijo", escribió en Luna llena del 19, después de una larga charla en un café innombrable del sur de la ciudad. Era 1987 y la vida parecía comenzar para mí. "Imágenes del santuario, unidas al poetario, allí, donde algo dejaste, Iván, niño Rincón de los rincones del alma", escribió en El grito del agua, que me regaló en 1996 (nueve años después), cuando lo visité por primera vez en el puesto que tenía con Senayda, su compañera, en el bazar de Coyoacán.

Hace muchos años llevé a Juchitán varios ejemplares de la revista Estrategia, difunta, legendaria; eran dos números con artículos míos, uno sobre Juchitán, precisamente, y otro sobre el reconocimiento constitucional de los derechos indígenas; pero algunos vieron esa revista como "un librito" y me pidieron dedicatoria. Esa es la única vez que he hecho semejante papelito... aunque ahora que recuerdo, hay otra: le regalé a mi papá una foto que tomé desde un puente que pasa sobre el Río de los Perros (Juchitán); es la imagen de unos puercos atravesando ese río y la de sus sombras confundiéndose con los reflejos del sol en el agua. Creo que allí hay, por lo menos, una referencia escrita a mano. Valentín, por su parte, me dedicó hace poco un ejemplar de su Adivinancero (el primero en salir de la imprenta). "Para Iván, con el ánimo de que emprendamos muchos proyectos y locuras, proyectos de vida porque la vida es un buen proyecto". Antes me había regalado un ejemplar de La región más transparente, dedicado por el propio Carlos Fuentes.

En fin, que un tal Carlos Oliva me regaló su primer libro, me lo dedicó y se quedó con él. Ya nos veremos de nuevo, cabrón. Y si Dios quiere que seamos borrachos, hágase su voluntad.

[] Iván Rincón 9:47 PM

El blog es un fenómeno al que terminarán prestando más atención, próximamente, los comunicólogos. Como experiencia personal, también hay mucho qué decir. Abrí este blog convencido por Carlos Oliva, que no tiene blog, por cierto, pero insistió durante meses en que yo debía tener uno. Antes convenció a otr@s. El Calibán tenía el blog más divertido y comentado entre sus conocidos, pero no pasaba de ahí. Del Valle notes cumplió un año de prolija existencia y, días después, anunció su paso a la posteridad (los nostálgicos como yo podrán leerlo desde aquí). Pero la injusta y arbitraria detención de Gerardo Sifuentes y Epigmenio León motivó el regreso de El Calibán al blog. Epigmenio -todavía preso para que Marcelo Ebrard lo sume como unidad al número de detenciones recomendadas que debe presentar en su próximo informe- también tiene un blog. Nicoménicus, según el propio Epigmenio, es un personaje ficticio creado por El Calibán, pero todos le atribuyen el blog con ese nombre. Para crear más confusión, Nicoménicus reprodujo en su blog un post de Simulacro, el blog que escribe una mujer desde Baja California, creo. Hace unos días apareció un post que supuestamente envió Epigmenio desde la cárcel. Su compañero de celda y desventura, Gerardo Sifuentes (o interpósita persona) hizo lo mismo en el blog respectivo.

Patricia Arévalo tiene uno de los blogs más visitados. Cumplió un año y mantiene la propuesta en pie. Su diseño es, sin duda, el más elaborado, quizás el más creativo, aunque no el más agradable. El enlace de su blog con el mío es Gárgolas y está entre sus Farallones, lo cual es una seña del perfil de Asakhira, más que del mío. Creo que el encanto de su blog está en la generosidad con que lo hace.

Cuando visité el blog de Gustavo Kafú (Calaveras de azúcar) me encontré con la sorpresa de que estoy entre sus "amigos muertos". En justa correspondencia he puesto aquí un enlace con ese blog, así que ya compartiremos nuestras necrofilias.

Por lo demás, los primeros blogs que conocí no merecen comentario alguno.

[] Iván Rincón 11:39 PM

Martin Cooper Martin Cooper

Mayo 14 de 2004

Como todavía no puedo escribir nada, he decidido investigar quién toca el chelo de madrugada, ahora acompañado por un piano. El tiempo que perdí buscando a mis musas no está entre la arena del minutero, ni en el laberinto del minotauro, sino entre los médanos del desierto y los límites del mar. Para encontrar a mis musas tendría que recorrer entera esta ciudad, si las desgraciadas no estuvieran en huelga o de vacaciones.

El misterio de la música es más factible. Un augusto y melancólico acorde pasará por los poros del silencio... silencio de piedra pómez. El chelo será melodía, el piano armonía y yo imaginaré a los intérpretes como un par disparejo, la bella y la bestia, un bellísimo súcubo y un íncubo monstruoso. Al terminar la ejecución, terapia cotidiana, inexplicablemente necesaria para estos seres sin alma, ella vendrá por un poco más de sangre con sabor a vino, y yo disfrutaré de su cuerpo.

El íncubo ha de ser un pobre diablo, imagino cuando amanece tímidamente y unos perros callejeros -muy sucios, estúpidos, gregarios y cobardes- aúllan la muerte al unísono de una sirena lejana. La somnolencia me vence, pero me resisto a la cama, pues Emma Thomas tiene una semana de resistirse al baño... Quizás en un hotel encuentre "inspiración" para escribir algo por fin.

[] Iván Rincón 2:00 PM

Mayo 12 de 2004

Durante varias épocas o temporadas, desde hacía cuatro siglos, el súcubo había escrito un diario, una bitácora de su relación con los mortales. Algunos de estos apuntes se perdieron en otras partes del tiempo y el mundo, o los destruyó ella misma, o sucumbieron finalmente a la carcoma, la corrupción por el polvo y las células muertas, la naturaleza oculta de los rincones y el aire dormido, o la voracidad implacable del abandono; pero la mayoría se mantenía intacta, como su autora, que había escrito de nuevo los pasajes más vetustos; aunque ni ella misma entendía el motivo de seguir escribiendo; quizás era una forma de ajustar cuentas con la eternidad, o quizás un refugio de la memoria, o un recurso para contener la fugacidad del pensamiento; quizás era una búsqueda de su propia identidad. ¿Habría escrito acaso durante cuatro siglos para que la conociera alguien con el talento y la sensibilidad de Ariadne? Ni ella misma lo sabía, pero en algún lugar de los inmensos y laberínticos sótanos del castillo, sus manuscritos emparedaban los cuartos, junto con pequeñas reliquias y mamotretos incunables, viejas enciclopedias y uno que otro ejemplar de edición reciente. Cada tomo del diario tenía en su lomo el relieve del pico aquilino de un ave y, al abrir las pastas, un cuervo de cartón desplegaba las alas.

Ante la cantidad de manuscritos, Ariadne pensó que requeriría de toda una vida para leerlos, así que se entregó apasionada y obsesivamente a ellos.

[] Iván Rincón 4:09 AM

Mayo 11 de 2004

Se besaban sin prisa, como si lograran así detener el tiempo, o como si, a través de su aliento y el contacto de sus labios, pasara la eternidad misma. Se acariciaban explorando, una el cuerpo de la otra, con lascivia y curiosidad embriagadora. Sus caricias, al principio sutiles, eran cada vez más apremiantes y llegaban simultáneamente a la urgencia, la necesidad recíproca de placer culminante, culminación como estallido de una tormenta de estrellas, conjunción que provoca una respiración anhelante, suspiros, gemidos, estertores, gritos, sensaciones agónicas y movimiento incesante, en el intercambio de fluidos y calor.

Una noche, Ariadne ofreció al súcubo su sangre, le pidió que la bebiera, pero su amante, un ser inmortal y quizás eterno, se vaporizó ante ella y desvaneció en el aire.

[] Iván Rincón 8:49 PM

Mayo 9 de 2004

El tiempo está perdido en el laberinto del olvido acumulado, los falsos recuerdos y los viejos sueños sin realizar. Como el minotauro, busca la salida en su soledad. Camina por un dédalo de oscuro pensamiento y obsesividad insonme, hasta llegar agotado a la utopía, o sea, a ninguna parte. Para recuperarlo, entré al laberinto ese y también me perdí. Ahora sólo quiero saber en dónde estoy, pero no me hallo.

Me he buscado por las calles y los bares, me he buscado por tugurios y arrabales, me he buscado por doquiera que yo voy y no me puedo hallar.

El editor me llama, exige, reclama, incluso amenaza con demandarme, pero en estas condiciones de caos existencial no puedo escribir nada. Cuando pueda escribir "nada", escribiré también "algo".

[] Iván Rincón 9:30 AM

Martin Cooper

Mayo 8 de 2004

En la búsqueda obsesiva de mis musas, terminé perdiendo el tiempo. Caminé por callejuelas y callejones al escampar en barrios y suburbios. Atravesé plazas y parques a la luz del plenilunio. Recorrí bares, cantinas, tugurios y congales, antros de vicio y perdición, lupanares de mala muerte y vida peor. Conocí a ladrones, asesinos, proxenetas, pordioseros, putas y poetas. Departí con mujeres de llanto fácil, mujeres de risa fácil y mujeres de cuerpo fácil. En ningún lugar, en ningún momento y de ninguna manera encontré a mis musas. Nada más perdí el tiempo. Al principio pensé que me lo habían robado cuando me dormí en la banqueta, pero después entendí que más bien me quitaron el reloj.

Ahora busco el tiempo perdido. Tengo que recuperarlo. Al carajo las musas. ¿Quién las necesita? El tiempo debe de estar en alguna parte; quizás en los bolsillos de mi cazadora (lo malo es que también me la robaron); quizás entre las sombras de un pasaje sórdido; quizás se haya colado por una alcantarilla; quizás se fue volando hacia la eternidad.

Cuando lo encuentre, haré otro intento de escribir algo.

[] Iván Rincón 5:59 AM

Mayo 6 de 2004

Xquenda significa alma, espíritu o nahual en zapoteco del istmo de Tehuantepec. Espríu, mi segundo apellido, significa espíritu en catalán. El diidxazá es el idioma de los antiguos binnizá, la gente que bajó de las nubes. El catalán es el idioma de mis lejanos ancestros. En Juchitán, capital cultural del pueblo zapoteca, mi alma creció, después de alimentarla escuchando a Serrat, entre otros. Por cierto, alma en catalán se dice ánima. ¡Qué raro! ¿No?

Supongo que mi prosa, insomne y delirante, nace imbuida del espíritu de Cataluña y el alma de Juchitán.

[] Iván Rincón 3:47 AM

Ahora que lo pienso, el que vende su alma al diablo lo hace más sensible, y hace bien. El problema es que, además de quedar desalmado, según antigua creencia germánica, no puede ver su imagen en el espejo... Pero qué importa pues, si podrá imaginársela, que para eso es imagen.

[] Iván Rincón 3:56 AM

Este post está dedicado a Asakhira.

[] Iván Rincón 3:59 AM

Mayo 5 de 2004

A la augusta melodía del chelo se sumaron las notas armónicas de un piano. El soliloquio dejó de serlo. ¿Quién lo acompañaría? ¿Otro súcubo? ¿Un íncubo, acaso? Quizás un ser mortal. Lo seguro es que, para entonces, yo no había escrito nada, otra vez, ni siquiera una esquela, una penuria. ¿Será que la noche dejó de ser mi aliada? ¿Será que ahora es mi lápida? El vino conserva su esperado efecto; la soledad también, pero las musas... ¡ah, las musas!

Hay quienes confunden fantasmas con ilusiones, y ladridos de perros con ecos del pasado... Esa madrugada salí a buscar a mis musas.

La luna estaba desvelada, no por haber pasado la noche en vela, sino porque sus velos se habían alejado de ella, fluviales, nebulosos, hasta desnudarla. Era luna llena, inspiración de asesinos y sapos, más que de poetas en el delirio noctámbulo de su caminar beodo. Luna llena de influjo para un buen asesinato, un buen suicidio (que también es asesinato) y un buen canto de sapo; canto croado entre sombras con la gravedad de una caída; sacrilegio gregoriano.

Cuando recuerde lo ocurrido esa noche se los contaré. Por lo pronto, debo dormir un poco. A ver si mañana puedo escribir algo.

[] Iván Rincón 12:16 PM

Mayo 2 de 2004

Como Pablo Milanés, Bernabé había jugado en su infancia con otros niños a policías y ladrones, y los ladrones eran policías. Ahora caminaba de noche por la ciudad, cuidándose de los asaltantes que andan en patrullas, los que secuestran a personas por su aliento y después las acusan con pruebas falsas de robar espejos de carro, por ejemplo. Bernabé se preguntaba si no sería más efectiva una detención en masa, digamos en la plaza de Garibaldi. Si de llenar las cárceles se trata, allí hay suficientes borrachos como para indilgarles toda la mercancía de la colonia Buenos Aires, en donde los patrulleros consiguen sus "elementos probatorios", seguramente.

¿Cuántas "unidades" policiacas no llevarán en la cajuela autopartes robadas? ¿Qué más han de "sembrar" para que su jefe los premie por estas detenciones en "flagrancia"? Son detenciones en fragancia, más bien. ¿Sembrarán mariguana, como el ejército federal en Chiapas? Ya estarían progresando. ¿Para cuánto alcanzarán los 2,500 pesos que recibe un patrullero por detener arbitrariamente a alguien y acusarlo de un delito que no cometió? ¿Alcanzarán para su abogado? ¿Alcanzarán para reponer los meses de vida perdidos en la cárcel? Quizás alcancen para conseguir más pruebas falsas en la colonia Buenos Aires, y festejar que vivimos en la ciudad de la esperanza... la esperanza de llegar a salvo a casa.

Bernabé caminó por un tramo en el que abundan las ratas y una oscuridad escalofriante, después de sufrir a las "vestidas" y los "güigüis". En el crucero invadido por niños, media naranja lo alcanzó por la espalda. No era su próxima novia, sino el buen tino de una agresión infantil, gratuita. De todos modos, Bernabé conservó su ingenua solidaridad con esos niños, después de verlos dormir a la puerta de un cajero automático. Cerca de la depresión, tomó un taxi y comentó con el chofer algunas de sus cavilaciones. "Lo bueno es que ahora, cero tolerancia, joven", concluyó el taxista.

[] Iván Rincón 7:57 AM